Thursday, July 8, 2010

LA GRAN FINAL 2010 AGUILA - METAPAN

Isidro Metapán otra vez es el mejor equipo del fútbol salvadoreño. Quizá nunca dejó de serlo. Hace seis meses, el equipo calero era un bicampeón incapaz de defender su corona, pero el Domingo 23 de Mayo, los jaguares recuperaron el cetro con contundencia, honor y dejando en evidencia que mientras más difícil parezca la meta, más posible es el triunfo calero.
Vencieron 3-1 al Águila. Un 3-1 que pudo haber sido más si así lo hubieran querido. Dos goles de Léster Blanco —que ganó así la corona que perdió hace dos años ante los caleros cuando jugaba con Chalatenango— y otro del uruguayo Paolo Suárez lo devuelven a la ruta de la grandeza. La ruta que los emplumados han perdido hace buen rato.
De nada le sirvió a los negronaranja haber perdido solo cuatro de sus últimos 41 juegos: volvieron a caer en el encuentro que no debían caer. De nada le sirvió haber tenido la portería menos vencida del campeonato: ayer le volvieron a anotar tres. De nada le sirvió tener historia y coronas: Isidro Metapán tiene corazón.
Aferrado a él fue como inició la final del Clausura 2010. Con un Águila que lucía incisivo, acaso recordando que el depredador era él, y que por eso estaba obligado a atacar y a ganar.
Pero Alex Escobar cerraba a Rudis Corrales, Misael Alfaro le tapaba un tiro a ese delantero, Nelson Reyes encaraba y no encontraba; Águila apretaba y en una bajada el jaguar soltó la garra y dio el primer manotazo.
Edwin Portillo confió en mantener tirado a Andrés Flores, el de la sub 21, sobre la banda derecha. Rubén Alonso confió en Darwin Bonilla, que no quiso ir a esa selección, en ese mismo sector. De resultado, “el Ruso” humilló y reventó a Darwin cada vez que se lo propuso, como quedó demostrado en el minuto 21.
Paolo la tiró larga y Flores le ganó la carrera a Bonilla, tiró el centro y Léster le ganó la espalda a Hermes Martínez. La espalda, la pelota y el cabezazo. Este testarazo fue tan certero que Montes se quedó mudo, sin respuesta, y sus redes fueron sacudidas por primera vez.
Águila se quedó traumatizado. Otra vez a remar contra corriente. Otra vez en desventaja en la final. Y otra vez Metapán encontró el camino a la portería de Montes, quien contuvo un tiro de Odir Flores y respiró aliviado cuando Paolo no le metió bien la punta del taco a una diagonal retrasada de Léster.
Alonso comprendió su error y sacó de la cancha a Darwin. Corrigió un yerro y entonces quien se equivocó fue otro. Luis Hernández hizo difícil lo fácil y dejó que una pelota le picara y bañara, perdiendo la marca de Paolo, que cuando agarra una esférica es como un jaguar al ataque: no es feliz hasta que no ve sangre. Y más cuando es sangre de águila.
Suárez enfiló y cuando vio el espacio suficiente tiró el centro, justo a donde volvió a aparecer Blanco, quien con un puntazo volvió a dejar de rodillas a Montes. Era el minuto '45+1 y la copa ya tenía dueño. Faltaba toda la segunda mitad, pero el mazazo psicológico de la desventaja era demasiado para Águila.


El casi, casi de Águila
Así quedó demostrado al iniciar el segundo tiempo. Metapán paseaba la pelota y se paseaba en el Cuscatlán, mientras los jugadores negronaranja parecían caricaturas corriendo detrás del balón, sin idea, sin posibilidades de lucha.
El único que quiso luchar fue su técnico. Alonso volvió a reajustar su sector izquierdo y sacó a Luis Hernández para darle paso a Shawn Martin, otra vez en función reinventada de delantero.
Despertó entonces el Águila de su letargo. Comenzó a ganar espacio en la cancha y a arrinconar a Metapán. Sin embargo, un cabezazo de Hermes pasó sobre el horizontal y lo único que logró fue comenzar a avivar a su afición, que comenzó a alentar: “Sí, se puede”.
El problema para Águila fue que los jugadores se lo creyeron hasta que llegó el minuto 63. Antes de eso, jugaban por donde fuera, a lo que saliera. En ese minuto, un tiro libre de Murgas fue prolongado por Shawn a la entrada del área y la pelota quedó suspendida en el aire, a la espera de que alguien le metiera el puntazo. Quien lo hizo fue Rudis, que le puso tanta fuerza que Misael no pudo contenerla y tuvo que ver las distancias recortadas: 1-2.
Pero Águila ya había perdido 18 minutos del segundo tiempo. Se le olvidó que las finales no son eternas y que las derrotas en ellas sí. Cuando anotó, se creció y se acercó con verdadero peligro al arco de Metapán, pero solo para desperdiciar sus chances. Shawn también cabeceó arriba un centro y Corrales prefirió quejarse de un jalón de camisa por parte de Ernesto Aquino que enfilar a portería y tirar con fuerza.
Los minutos enfriaron otra vez el juego y “Bochinche” terminó de congelar el ímpetu oriental con sus cambios. Sacó a Léster para darle paso a Milton Molina. El juvenil, que no comenzó como titular por estar nervioso, pudo hacerlo con el marcador 1-2. Había que cerrarse. Había que aguantar. Un minuto perdido en un cambio, un saque retardado unos segundos. Todo valía.
Alonso hizo un último intento con el mexicano Arturo Albarrán. Acaso deseando que el fútbol le devolviera al azteca lo que le quitó la final pasada, cuando anotó un autogol que significó un título. Empero, los milagros no existen cuando la fe no es completa. Will Salgado, presidente negronaranja, no creyó y dejó el estadio cuando faltaban 10 minutos para el final. Quizá se sintió “enjabonado” o recordó que había apostado su sombrero de los Tigres del Norte y estaba a punto de perderlo.


Metapán, el grande
Y se llegó el '90. Joel Aguilar Chicas agregó cinco de descuento. En el último, la final terminó, como una ironía del destino, como inició la que los emplumados perdieron con FAS, hace seis meses. En aquella les anotaron un gol en los primeros 30 segundos. Ayer se los anotaron en los últimos.
Montes se lanzó a buscar la pelota en el último tiro de esquina. Ningún emplumado la tocó y el rechazo occidental le quedó a Paolo, que pegó la última carrera al título, la última carrera a la grandeza, picó, se reventó, mientras Albarrán se daba por vencido y dejó de perseguirlo.
Cuando el banquillo de Águila y todos los jugadores en la cancha vieron correr en solitario a Paolo se dieron cuenta de que la final ya estaba perdida. Era historia.
En realidad, lo estuvo desde que terminó el primer tiempo, desde que fallaron las opciones que tuvieron, desde que se pasaron un torneo entero jugando a encontrar un delantero. No valen los segundos lugares, pero hay que ser valiente para aceptarlo y por eso Rubén Alonso preparó el discurso y dio la cara, como la dio cuando descendió con San Salvador e Independiente.
Paolo continuó su carrera. Con la portería vacía y con Albarrán vencido, consciente de que era incapaz de alcanzarlo, tiró, hundió la pelota. Gritó gol. Gritó campeón. Gritó que Metapán ya es uno de los grandes del fútbol salvadoreño.

No comments:

Post a Comment